martes, 29 de julio de 2008

La disgrafia es eterna.

Hay autores cuyos artículos dan la impresión de que creyeran que las disgrafias son un asunto infantil, a lo más de la adolescencia. Error. La disgrafia puede afectar a cualquier persona que haga manuscritura, independientemente de su edad. Tenemos así que las disgrafias más tempranas suelen diagnosticarse a finales del Segundo Año Básico, porque existe la convención de que para poder hacer este diagnóstico, se requiere que el escolar haya tenido antes una mínima oportunidad de aprender. Decimos "dificultad de aprendizaje"; ... para llegar a ella hay que haberle dado antes al escolar la oportunidad de aprender. Antes del Segundo Año Básico, los niños pueden tener escaso control de su motricidad fina, cuestión que más adelante podrá desarrollarse como disgrafia; pero en el kinder, no hay disgráficos "por definición".

Aplicando el mismo criterio en un sentido ligeramente distinto, hay autores que plantean a nivel de "norma", que para diagnosticar una dificultad de aprendizaje, el afectado por la misma debe evidenciar un retraso de 1,5 años en los dominios del caso, comparado con su curso o con su grupo de edad. Es decir, para que se acumule un retraso de 1,5 años en el dominio de la manuscritura, se requiere al menos de un par de años de escolarización.

Lo anterior nos pone en un MOMENTO INICIAL para diagnosticar disgrafias que coincide con el término del Segundo año escolar básico. A partir de ahí, y sin límite final, la disgrafia y las demás dificultades de aprendizaje pueden acompañarnos durante toda la vida.

En las gradaciones etáreas de la disgrafia podemos distinguir dos criterios:

a) En sentido pedagógico, la disgrafia es "muy grave" entre el Tercer Año Básico y el Sexto, porque la pedagogía intenta en ese lapso que el alumno domine su manuscritura precisamente en aquellos aspectos en los que la disgrafia impera. La disgrafia puede considerarse "grave" desde Sextos a Octavos Años Básicos; si bien hablamos del mismo problema de fondo, el énfasis pedagógico empieza a decrecer y el alumno ya no padece sanciones tan fuertes por el hecho de ser disgráfico en las evaluaciones escolares. Ya en la Educación Media, la disgrafia decae en importancia, socialmente hablando, porque existe el prejuicio de la "inmadurez neurológica": los sistemas educativos suelen confiar en que hacia los 17 o 18 años el escolar "dejará de ser disgráfico". Finalmente, a nivel universitario y después en la vida profesional, se suele asumir que la disgrafia simplemente no existe. Esto es un gran error, evidentemente.

b) En un sentido tanto funcional como de la gravedad de su impacto, podríamos decir que importa poco tener una disgrafia en la Educación Básica; ciertamente, hay que superarla, pero ese periodo está diseñado precisamente para que el alumno aprenda a dominar su expresión escrita (y otras cosas, obvio) . De modo que es un desafío de la educación básica el que sus escolares aprendan a escribir bien, o lo que es lo mismo, que dejen de ser disgráficos en todos los sentidos imaginables, antes del octavo básico. En la Educación Secundaria, en cambio, las disgrafias empiezan a ponerse "graves" por dos razones: en primer lugar, porque la docencia ya no ofrece soluciones a nivel de la manuscritura; es decir, el disgráfico queda abandonado a sus propios esfuerzos. Por otro lado, en la Educación Secundaria el alumno tiene una fuerte necesidad de contar con una buena manuscritura. Tomar apuntes en clases y hacer resúmenes de la lectura de libros se vuelve funcionalmente indispensable; una disgrafia no tratada, no superada, puede causar mucho daño por esta vía en la Educación Secundaria. Finalmente, en la universidad, las disgrafias tienen dos posibles destinos : ya sea, se vuelven torturantes y muy graves porque el alumno no domina su manuscritura al nivel requerido y tampoco logra evadir esos problemas apoyándose en otra clase de recursos como "fotocopias de apuntes" y textos procesados por computadores, o bien, pierden importancia porque el alumno aprende a "esquivarlas" siguiendo por lo general derroteros computacionales o apoyándose en otros alumnos.

Hay abundantes ejemplos de adultos que son profesionales y disgráficos. Tanto Clinton como Bush lo fueron (o son). En Chile, las zurderas de Sebastián Piñera y del Doctor Vidal (cirugías plásticas por TV) son espectaculares y están apareciendo en TV frecuentemente. Cada vez que el Doctor Vidal pone el nombre de un paciente en sus carpetas de pacientes, se advierte una BUENA LETRA pero cuya técnica de trazado coincide con un rasgo típico de la disgrafia zurda: los zurdos suelen escribir llevando su mano izquierda por encima de la línea de escritura, y esto los obliga a "quebrar en gancho" su muñeca. Mientras el doctor Vidal sólo escriba un nombre y un apellido.... no va a experimentar problemas disgráficos, pero es fácil apostar a que el Dr. Vidal haría calambres disgràficos en la palma de su mano izquierda si le dictáramos unas cuatro o cinco páginas de corrido. Algo parecido podría decirse de Sebastián Piñera, sólo que apenas le hemos visto poner su firma en documentos, por lo que nuestra base para suponerlo disgráfico es menos sólida que en el caso del Dr. Vidal.

Nótese que el Doctor Vidal es un MUY HABIL cirujano plástico; es decir, su mano izquierda es capaz de trabajar con gran sutileza y precisión con un bisturí en la mano. algo parecido ocurre con El "Chino" Ríos: como buen zurdo, es altamente sospechoso de padecer disgrafia, y sin embargo, sabemos que fue No 1 en un difícil desempeño deportivo en el que el brazo, la muñeca, la mano y los dedos deben funcionar a altísimos niveles de calidad y buen control, porque de lo contrario, te vence el oponente. Para mí, el caso más emblemático de todos los disgráficos es el de Maurice Cornelis Escher. Uno de los más grandes artistas gráficos del siglo XX, conocido por lo general únicamente por su apellido ESCHER. Fue un extraordinario grabador y dibujante,... y él mismo nos relató los síntomas de su disgrafia, por escrito. Algún día haré una nota especial sobre la disgrafia de Escher.

Concluyamos diciendo que la disgrafia nos puede acompañar a lo largo de toda nuestra vida. Ella no desaparece a los 18 años como efecto de una presunta maduración neurológica. Si se quiere superarla, hay que rehabilitar las prácticas de manuscritura que la configuran. Por ejemplo, en el caso de los zurdos que escriben llevando sus manos por sobre la línea de escritura y haciendo el "quiebre de muñeca en gancho", esperar a que cumplan 18 años no sirve para nada: seguirán con esas mismas prácticas de manuscritura que los hacen disgráficos. La única solución es que cambien sus prácticas de manuscritura.

Contáctenme en andresgacitua@yahoo.com

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