sábado, 2 de agosto de 2008

La disgrafia ergonómica

Afortunadamente, la disgrafia es en más del 90% de los casos, ergonómica en su naturaleza; es decir, está ocasionada por causas a las que podemos definir como "mala ergonomía". El ejemplo más simple puede ser el de un par de zapatos que nos quedan muy chicos y nos apretan dolorosamente todo el pié, o que nos quedan muy grandes, y entonces el movimiento del pié en su interior nos "raspa" la piel y nos causa heridas. Creo que a todos nos tocó alguna vez, especialmente cuando éramos niños, usar zapatos algo incómodos que nos dieron bastante problema. A las mujeres, es aún más fácil imaginar que, con zapatos de fiesta, de tacos muy altos, si les toca caminar unas cuántas cuadras sufrirán atrozmente, porque esos no son zapatos que estén hechos para largas caminatas.

Desde hace varias décadas se ha venido desarrollando la disciplina de la ergonomía. Ella estudia la relación entre el cuerpo humano y cualquier clase de herramienta, utensilio u objeto con el cual el ser humano interactúe. Un caso típico de estas dos últimas décadas han sido los "mouse" de los computadores. Interactuamos con ellos, a veces muchas horas diarias, y esto nos produce dolores y molestias considerables en la muñeca y en la mano. Se ha tratado de mejorar el diseño ergonómico de los "mouses" para que no ocasionen molestias a quienes los usan prolongadamente. Se ha avanzado pero el asunto no está enteramente resuelto. Para las secretarias que acostumbran a estar muchas horas digitando textos de diversa índole, o para las telefonistas, las sillas en las que trabajan deben permitirles desempeñar su trabajo de la manera más cómoda posible. Se diseñó sillas ergonómicas de toda clase para ellas. A los obreros se les suele suministrar guantes que protegen sus manos y fajas que protegen en especial los músculos de la espalda cuando hacen trabajos que requieren hacer bastante fuerza en reiteradas ocasiones.

Los mangos de las herramientas, las butacas de los autos, la iluminación y la ventilación en las oficinas, etc., hay miles de aspectos a cuidar en esto de ofrecer a los seres humanos los instrumentos y utensilios más ergonómicos posibles.

Imaginemos lo más absurdo: supongamos que a Usted se le pidiera hacer manuscritura... con un lápiz del tamaño de un bate de beisball. Manejar a la manera de la manuscritura, un lápiz tan descomunalmente grande, es imposible para casi todo el mundo. Si intentáramos esa clase de manuscritura, es fácil apostar que en pocos minutos desertaríamos de una tarea tan absurda, con nuestra mano adolorida, el brazo cansado, y probablemente, a punto de sufrir más de algún "calambre". Desertaríamos, y buscaríamos un lápiz adecuado para hacer esa manuscritura.

¿Cuáles son los lápices adecuados para manuscribir...? O planteado más en la perspectiva de la disgrafia podríamos preguntarnos: ¿Qué rasgos típicos de los lápices son anti-ergonómicos y, por lo mismo, pueden causarnos disgrafia? La respuesta no es fácil porque hay muy diversos tipos de lápices, y porque la gente tiene manos muy diferentes unas de otras;.... y si tan sólo dijéramos que el lápiz debe resultar ergonómico para la mano que lo usa, si bien estaríamos diciendo una verdad enorme, no estaríamos dando información precisa al lector.

Daré apenas unos pocos rasgos ergonómicos de los lápices, y lo haré pensando en un adulto joven de buena salud. Para una persona así, los rasgos a buscar son :

a) Las lapiceras son mejores que los bolígrafos, éstos son mejores que los lápices de pasta y éstos mejores que los de grafito. Por lo general, marcar la escritura en el papel requiere mucho más fuerza con los lápices de grafito; éstos obligan a que carguemos con fuerza la punta del lápiz en el papel.

b) La pluma o punta delgada, de trazo bastante fino, es siempre preferible a las puntas gruesas que dejan trazos bastante anchos. Las plumas de las lapiceras suelen traer plumas calificadas con las legras G, M y F : gruesa, mediana y fina.

c) El lapiz-lapicera debe tener un peso balanceado, de tal modo que el equilibrio en cuestión quede en la zona de apoyo del lápiz en la mano.
Con lapiceras y lápices a pasta es fácil notar la diferencia que se produce si escribimos con la tapa puesta en la parte trasera del instrumento, o si lo hacemos sin poner allí la tapa; cambia radicalmente el balance del instrumento. Un lápiz demasiado corto -cinco centímetros- o demasiado largo -cuarenta centímetros- no tienen balance alguno y son muy difíciles de manejar.

d) Entre la pasta y la tinta, es preferible la tinta porque requiere menos esfuerzo dejarla trazada en el papel que marcar una línea con pasta.

e) Mientras se mantengan las condiciones de balance en un buen nivel, son preferibles las lapiceras más livianas y pequeñas, aunque sin exagerar. Nos obligan a hacer menos fuerza cuando escribimos.

Una cosa es el instrumento con que escribimos y otra muy distinta es cómo lo manejamos. Esto es bastante más difícil de describir, ya que deberemos aludir a posiciones muy sutiles de los dedos y la mano. Lo haremos más adelante. Por ahora, concluyamos señalando que son tan cruciales los rasgos del instrumento como la forma en que lo manejamos. De poco nos serviría tener la mejor lapicera del mundo si no sabemos manejarla ergonómicamente. La dis-ergonomía se puede producir simplemente porque no sabemos como usar la lapicera.

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